Sin rumbo
Me dijeron que vieron a L hace unas noches. Tambaleante, perdido, bebido hasta perder el norte. L lo había dejado. Cambio su vida para intentar seguir adelante con esa pesada losa. Pero ha vuelto a caer. L fue mi jefe durante años. Un profesional brillante, que había tenido sus momentos de gloria, un maestro para mi. Pero su capacidad de trabajo era tan grande como su obsesión por autodestruirse. Y sus ansias de autodestrucción tan fuertes como su cobardía. L destapo un día sus politoxicomanias. Hasta aquel momento nada había trascendido. Lo encontré en un bar cercano al trabajo, totalmente embotado por el alcohol. me explico su desgracia. Su compañera había descubierto que el no tenia nada, que todo lo que ganaba ( y era una cantidad importante) se diluía durante el mes en alcohol, cocaína y demás sustancias. Nunca faltaba nada en casa, pero tampoco sobraba. Y en esa irrealidad vivía con E que creía que el ahorraba para compara un piso, para tener una vida en común. E le dejo y el cayo en picado. Desaparecía del trabajo aprovechando la permisividad de nuestros horarios discontinuos. Me llamaba de madrugada para que le recogiera de algún tugurio infecto. Lo llevaba a casa, lo acostaba. Lloraba y me decía que era un desgraciado, que el quería a E, que le ayudara a salir de eso. Al día siguiente L no se acordaba de nada. Y vuelta a empezar. Así noche tras noche, cada vez mas huidizo, cada vez mas hundido.. Nos turnábamos en el trabajo y siempre tenia que acabar yendo a cubrirle las espaldas. Los que le seguíamos intentando ayudar le buscamos un centro de desintoxicación. Estuvo cinco minutos en el. Los celadores eran como armarios. Pudieron con el, lo desarmaron. pero el salió de allí después de firmar un alta voluntaria, haciendo el signo de la victoria y cogiendo un taxi hacia el bar mas cercano a su casa.
En un momento de lucidez empezó a recibir ayuda psicológica. Estaba de baja en el trabajo y parecía mas centrado. Volvió a ver a E. Pusimos esperanzas en el.
Un domingo por la tarde me llamo. Se había empastillado y empapado en alcohol. Estaba semiconsciente en la cama. Me quiero morir repetía. Llame al servicio de urgencia y les conté lo que pasaba. me dijeron que morir, no moriría( sus suicidios eran cobarde, sencillamente una llamada de atención) pero que era necesario que lo vieran urgentemente. Colgué. Lo arrope en la cama como a un niño pequeño, le hable bajito.. duérmete L, descansa, no pasa nada, estamos aquí... y me fui. Al cerrar la puerta decidí no volver a ayudarle.Ya no podía jugar mas a su juego. No podía hacer mas por el, solo era un comodín en sus manos, el comodín que te recoge del suelo y te lleva a casa.
L dejo el trabajo, la bebida y volvió con E. Años después me encontré a E y me dijo que estaba bien, que no bebía y que se dedicaba a otras cosas. Me alegre mucho por L y pense que por fin había conseguido estabilizar su mundo interior y hacerlo compatible con lo que los demás consideramos una vida normal. Por eso la otra noche cuando me dijeron que habían visto a L por ahí me sentí mal y recordé esa época oscura de bares turbios y noches sin fin.
Gracias a Amanda por la historia de María (http://www.blogs.ya.com/laamante/)
3 Comments:
Mientras la leía me estaba recordando a la historia de María que leí hace unos días en el blog de Amanda. Ya veo que te inspiró. A algunas personas es inútil ayudarlas, nos hace sentir mal porque pensamos que podríamos haber hecho más, pero no es así. Ellas eligen su camino y nosotros el nuestro. un beso.
besotes
La verdad es que la historia que cuentas, aunque uno pudiera pensar que tiene ciertas similitudes con la historia de mi paciente, es mucho más triste. Creo que L se autodestruyó sin elegir. La bebida arrastra, anula, elige por sí misma. Bueno, la bebida no: el alcoholismo.
Fuiste muy valiente al intentar ayudarle. Y más aun al saber "retirarte" a tiempo.
Besos, y gracias por leerme.
Amanda.
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