nueve años y un mes

J ha cumplido nueve años. Nació a la 1:30 del mediodía, pero ya empezó a querer salir 12 horas antes. Justamente nueve años después de ese momento, yo estoy en los brazos de M. Un poco ausente, ahogado por la pelusa gatuna y desconcertado porque es la primera vez que hago algo así, regreso a la casa donde habito este fin de semana. J duerme con su madre. Los beso y me acuesto en la cama de J, mi cama cuando estoy de visita.

Diana a las siete, las tortugas ninja atacan de nuevo. Es su día y no lo puedo estropear haciéndome el dormido. Vamos al mercado de Sant Antoni a cambiar cromos de Pokémon. los progenitores nos limitamos a ir tachando numeros mientras ellos canturrean tengui o falti con solo ver el rechoncho cuerpo rosáceo de Wigglytuff (tipo normal, 1 metro de altura y 12 kilos de peso, ataques: canto, rizo de defensa, anulación y doble bofetada) o la cara de rata de Nidoran (tipo veneno, 40 centímetros de altura, 7 kilos de peso, ataques: placaje, gruñido, arañazo, espina venenosa, coletazo, golpes furia, doble patada). Pienso en lo extraño de la mente, en la capacidad para asimilar el nombre, la imagen y la procedencia (los Pokémon evolucionan) de 300 bichos. Una hora después nos faltan tres y en vista de que el 104 es el mas buscado pasamos directamente por caja y desembolso un euro por la P*** carta. Fin de la colección? No! Chicos ya esta en los kioscos una nueva tanda de cartas Pokémon .. las Advance!!!. Habrá que hacerse con el álbum.

Comida familiar en el chino del barrio con otras familias que se han puesto de acuerdo en celebrar comidas familiares en el chino del barrio. Me fumo un cigarrillo y cuando lo acabo le pregunto al chino si se puede fumar (mi padre incluso ha salido a la calle a mirar si había cartel) Me explica que hoy no se puede fumar porque varias de las familias que celebran su comida familiar en el chino del barrio así lo han pedido. J le dice al chino que he fumado, que me castigue. El ardor de estomago vendrá después.

Pastel en casa de mis padres. Mi hermano me invita fumar un canuto de maría (el hachís me sienta como una patada) y me sienta como una patada. Las neuronas se duermen. Me asusto e intento disimular, pero después de apagarlo lo único que quiero es silencio y dormir, cosa imposible en el chiquipark donde J ha quedado con sus primos y donde me siento como un pokémon desfigurado hablando de fútbol con otros padres mientras veo a través de los cristales el baile frenético de las animadoras que solo consiguen cautivar la atención de las niñas mientras ellos queman su mundo infantil en un laberinto acolchado.

Fin de fiesta. J duerme. Seis capítulos de Frasier, una botella de cava, dos canutos mas, restos de pastel y un abrazo.