Canté Sevilla en un karaoke. Habíamos salido de cañas y después de que lo cerraran todo solo quedaba una alternativa.(Me mentí. había mas de una, entre ellas irme a casa a dormir un poco. Evidentemente elegí la mas nociva) Un local de rancio sabor "Landista"(de Landa, Alfredo Landa, película española, cine de barrio, estoy un poco espeso hoy) donde la ambientación musical se sustentaba con las desafinadas masacres karaokeisticas de la clientela. Que clientela puede haber en un bar de la parte alta y derecha de la castellana a las cinco de la mañana?
A saber:
1- Los irreductibles que quieren mas y les da igual como y donde
2- Los que salen de trabajar de una empresa cercana y necesitan cantar para espantar sus males y su precariedad laboral.
3- Señoritas por las que ha pasado el tiempo a mas velocidad de lo normal sin que se hayan dado cuenta y que visten de esa manera que delata cierto interés por las transacciones comerciales de madrugada.
4- Hombres de varios pelajes y condición. Desde el "con tejano, pantalón y cazadora con diferente tintado, y deportivas es como me siento bien", hasta el trajeado "la arruga es bella y mas en un traje barato" con las coderas gastadas de tanta barra.
5- Camareros somnolientos, camisa blanca, pajarita y chaleco verde a juego con los asientos de skay.(si, eso que es piel pero no es piel)
A las siete y media salíamos del local intentando confundirnos con el paisanaje urbano y los paisanos madrugadores: algo difícil teniendo en cuenta que éramos cinco y que en entre cuatro llevábamos a una de nuestras solistas en volandas, víctima de una mala combinación de cañas, brugales y corcheas. Como vivía en la otra punta de Madrid y acercarla a casa nos podría llevar mas de una hora, ofrecí mi santuario para que pasara su tormento en mi sofá. Allí fuimos todos. Los bares abiertos, las cafeteras, soltando café y las botellas de 103 destapadas. En casa caso y confusión. Una se prepara un gin tonic, otro pone un disco, una de enfermera borracha y verborreica y yo tirado en un sofá repitiendo un mantra imposible, quiero dormir quiero dormir quiero dormir.
Sobre las nueve se despejo la situación. Decidieron aventurarse hasta la línea del horizonte capitalino para depositar a la princesa nausea en su casa. Salieron tres y ya solo quedaban dos personas en casa. Maltrechas por culpa del alcohol pero personas.
Besé la piel suave
Caímos rendidos en la cama y tuve que pedir clemencia. A las doce no sabia donde estaba. Ella me besaba insistentemente. Yo le preguntaba -que es lo que te gusta? Y le hablaba del ritmo sexual, de que no la pillaba, que no me entendía en la cama con su cuerpo a pesar de que nos habíamos entendido. No obtuve respuestas, solo besos y mas besos. Se había quedado mi voz cantando aun Sevilla? Su piel seguía tan suave como al principio de la noche. Después he mirado como se vestía. ha pedido un peine y me ha resultado encantadora. Un café y un beso en la esquina. Adiós pequeña ochentera.