Bitter
Llego a casa abatido. Un viaje sin final feliz, con un poso amargo de lo vivido en el ambiente familiar, un recuerdo desaprovechado del mar y unas chispas de felicidad alumbradas de rojo. Mi hermano sigue su cura de desintoxicación recluido en su cuarto, durmiendo a todas horas, solo saliendo para cumplir con su micción de control. Mis padres chochean aun más con el negro panorama que a su edad se les avecina. Les sableo otra vez después de 20 años inactivo. Mi espada les deja estupefactos y no aciertan a preguntar nada. Sueltan los machacantes. Mi padre me aconseja donde guardarlos para que no me los roben mientras mi madre me explica que es el dinero que ha ganado planchando por horas. Triste, muy triste. Yo sonrío porque el truhán tiene que sonreír ante sus víctimas para ganarse su confianza. Quedo con mi ex y consigo contarle algunas cosas de mi pasado que debido a sus ultimas ofuscaciones me fue imposible explicarle. No me hace mucho caso y solo me dice -cuando hables con la gente mírales a la cara. Necesito un abrazo pero ella ya no me los sabe dar. Así que me abrazo a la farola de la esquina cual beodo matutino. Me abrazo al café, a una manzana, al tabaco, a los kilómetros, a los secretos, a la perversión, a las lágrimas que no puedo evitar cada vez que veo ese anuncio, a una canción mil veces escuchada. Abrazo a todo lo que se me pone por delante.
He conducido muy rápido hasta llegar aquí. Una vez fuera del coche lo hago todo lentamente. Me pongo un cigarrillo en la boca,subo las escaleras y salgo a la calle. Lo enciendo y camino. Abro la puerta y enciendo la luz. Cierro la puerta y apago la luz. Enciendo otra. La apago. Voy a la cocina. Abro la nevera, sonrío. La cierro. Abro la maleta, la miro y no toco nada. Me siento, me levanto y me tiro en el sofá. Aspiro hondo buscando un olor. Lo encuentro y felicito a mi nariz -eres grande y poderosa, no cambies nunca. Pienso en que llevo cuatro horas sin cruzar palabra con nadie y ahora le hablo bajito a mi nariz. Me asusto un poco pero me tranquilizo al ir al lavabo y frente al espejo ver a mi interlocutor. Sigo deambulando. Me cambio de ropa después de sopesar el acontecimiento. La tiro en un rincón a unos metros de la lavadora. Ya se acercara en otro momento. Optimizo los movimientos. Pongo el disco. Sigo necesitando un abrazo como necesitaba la palabra amable de una voz adulta durante estos días de lluvia. Al final recurro al amigo irlandés tantas veces leído y saboreado. Mañana me habré olvidado de todo menos de el y probablemente el solo se haya olvidado de mi.
9 Comments:
venga, un abrazo maestro!
salud,
..parece que en el camino se ha perdido un post prometido..quiza pienses que me lo merezco..pues yo se que no..la vida es dura para todos..pero yo siempre pondre ni sonrisa por delante..un beso
un abrazo transparente
Un abrazo en un viejo tejado.
¡Que post más opuesto a los demás!. También me ofrezco para el abrazo.
te echo de menos...........
..que anuncio te hace llorar?..
un beso dulce
Puaff!! Otra vez está este echando el anzuelo
Yo sé abrazar muy bien.
Me ofrezco para llenar de abrazos tu próxima carretera.
Besos Húmedos
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